Las Velas. Ese elemento presente en nuestras tartas de cumpleaños, con diferentes formas, tamaños, personajes, cuya finalidad es representar la edad que cumplimos.
Y, ¿porqué las ponemos?, ¿porqué las soplamos?. Estas son las preguntas que me he propuesto resolver.
Pocos conocemos la historia que explica una de las costumbres más arraigadas en todo el mundo.
Año tras año, el día de nuestro cumpleaños, nos colocan una tarta deliciosa con el montón de velas correspondiente, y soplamos con todas nuestras fuerzas para apagarlas, previo deseo meditado. Esta acción es algo tan natural y tan asimilado en todo el mundo, que su origen ha sido olvidado y pocos conocen su historia.
Una de las versiones más extendidas sobre esta costumbre, nos traslada a Alemania en el siglo XVIII. Durante esa época era común un festejo llamado "Kinderfest". Sobre el dulce del niño/a homenajeado, se colocaban dos velas, una para representar la luz de su vida y otra que simbolizaba los años venideros.
Las llamas debían estar encendidas durante todo el día y eran reemplazadas cuando quedaban consumidas. Al final de la jornada se apagaban de un soplido. Se creía que el humo que despedían las velas al apagarse, ayudaba a trasladar a Dios el deseo que todos tenemos derecho a pedir por nuestro cumpleaños.
Según esta tradición estamos colocando un número erróneo de velas sobre nuestras tartas, ya que utilizamos una por año cumplido. Nuestra forma de celebrarlo, se parece más al explicado en un manuscrito alemán del siglo XVIII, que asegura que se empleaba una vela por año más una adicional en el centro.
Otro posible origen lo encontramos en la Antigua Grecia. Entonces, se ofrecían dulces con forma redonda a Artemisa, diosa de la Luna, con velas sobre ellos. Estos dulces, representaban el ciclo lunar completo y el fuego de las velas se apagaba de un soplido para que el humo despedido llegase a la divinidad, una vez trasportados los deseos de los mortales.
Durante tiempo, la tradición de soplar velas en cada cumpleaños fue considerada pagana, dado que para los cristianos era costumbre conmemorar la muerte de los santos en lugar de su nacimiento. Cuando la Iglesia estableció la Navidad como celebración relevante, recordando la llegada al mundo de Cristo, las velas fueron recuperando poco a poco su reputación.
Sea cual sea el origen, una tarta con sus velas para soplarlas, rodeados de nuestros seres queridos que nos cantan y nos desean lo mejor, es una tradición muy enraizada y que nunca perderemos.
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